La Tormenta Cósmica – Parte 2

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Una tormenta cósmica sacude Wonderia, rompiendo la armonía entre ciencia y magia. Portales impredecibles conectan Wonderia con la Tierra, dispersando criaturas mágicas por mundos desconocidos.

En el corazón de Wonderia, donde la magia y la ciencia habían convivido en perfecta armonía durante siglos, algo extraño y poderoso comenzó a agitarse. El equilibrio, que parecía inquebrantable, de repente se desestabilizó. Muy por encima de las montañas de cristal, el cielo se oscureció mientras el resplandor de los dos soles se atenuaba, parpadeando de forma incierta. El aire vibraba con una energía cargada, una fuerza imposible de contener. Y entonces, con un trueno ensordecedor, nació la gran Tormenta Cósmica.

Portales—vivos y giratorios—se rasgaron a través del cielo, salvajes e indomables. Sus bordes chisporroteaban con las energías caóticas de la magia y la ciencia, retorciéndose y girando en patrones impredecibles. No eran puertas suaves, sino remolinos furiosos que atraían todo a su paso.

Por todo Wonderia, las criaturas sintieron el tirón de la tormenta. Unicornios, hadas, dragones y más, ya fueran mágicos o terrenales, fueron atrapados por su fuerza. Algunos fueron arrastrados rápidamente, mientras que otros lucharon contra los salvajes vientos del fenómeno. Pero en cada rincón del mundo, el equilibrio se había roto.

En medio del caos, Prism, el más grandioso de los dragones, se alzó por encima de todo. Sus alas brillaban con el resplandor del conocimiento y el poder, pero ni siquiera su fortaleza pudo resistir la furia de la tormenta. A pesar de sus esfuerzos, fue arrastrado, y con un último destello, desapareció en uno de los portales giratorios.

En la Tierra, estos portales aparecieron brevemente—destellos fugaces de Wonderia que se abrían y cerraban en un instante, sin dejar rastro visible. Las criaturas de Wonderia quedaron dispersas por la Tierra, escondidas en lugares inesperados—algunas despiertas, otras dormidas, esperando el día en que alguien las descubra.

El camino para encontrarlas es incierto. Quizás un niño curioso, con una mirada atenta y un corazón abierto, logre descubrirlas—un destello de magia en el mundo cotidiano, un susurro de un lugar lejano. Las criaturas esperan, y necesitan ayuda para regresar. La aventura apenas comienza.