Una tarde brillante, una familia disfrutaba de un picnic cerca de las colinas españolas, bajo la sombra de la torre. Un niño, lleno de imaginación y curiosidad, se alejó del grupo, atraído por el suave resplandor que emanaba de la antigua estructura. Cuanto más se acercaba a la torre, más parecía que el mundo a su alrededor latía con una magia sutil, como si el propio aire lo estuviera llamando.
Al cruzar el umbral de la torre, la magia de Prism se agitó. Las paredes brillaron con más intensidad, las antiguas piedras se calentaron con la presencia de quien finalmente había llegado. El niño levantó la mirada, sintiendo el pulso de la torre, percibiendo algo poderoso y antiguo que los llamaba. En ese momento, Prism, con la última chispa de su energía, envió un destello brillante de luz a través de la torre, llenando al niño con un sentido de propósito y comprensión.
En el resplandor de esa luz, una visión apareció ante el niño: un gran dragón, que alguna vez fue completo, ahora estaba en pedazos, esparcido por toda la torre. La voz de Prism, aunque débil, resonó en la mente del niño, pronunciando las palabras que lo restaurarían:
“Excita Enimus.”
El niño, sintiendo la magia agitarse en su interior, lo entendió. Excita Enimus: un hechizo para devolver la vida al dragón fragmentado. Sin dudarlo, el niño pronunció las palabras en voz alta, su voz resonando en las paredes de la torre. A medida que las palabras salían de sus labios, los fragmentos de Prism comenzaron a moverse, brillando con más intensidad, reuniéndose ante los ojos del niño.